Ya lo dijo algún sabio muy sabio tiempo atrás: “Nadie puede, por sí solo, silbar una sinfonía. Para ello se necesita toda una orquesta”. Pues bien, parece que el pasado sábado teníamos ganas de mucha música en Kedaro, cuando tuvo lugar nuestro evento anual de team building (construcción de equipo).
Como en una torre de Babel, le pusimos a la lluviosa mañana un mucho de inglés, otro tanto de español, una pizca de francés y hasta algo de alemán. Todo valía para pasar un buen rato y seguir creciendo juntos.
Hablando ayer con mi señor padre, que llama a estas técnicas ‘moderneces de las empresas de hoy’, me preguntó qué hacíamos exactamente. Pues jugar y fomentar el buen rollo, ¡obvio!
Y es que, por mucha pereza que nos diera a todos madrugar en el fin de semana, el team building nos ayudó a:
- Conocer mejor a las personas que trabajan día a día con nosotros.
- Interactuar con los compañeros en un contexto diferente y relajado y, por lo tanto, más libre y divertido.
- Incrementar actitudes positivas de cooperación, motivación y cohesión.
- Sentirnos una parte activa e importante del grupo.
¡Y nos pusimos manos a la obra! Escapar de hula hoops, descifrar jeroglíficos guardando el equilibrio, construir un mega puente con cajas de cartón… ¡Hasta construir nuestros propios robots!
Mucho se hablará en estas aulas de Estherminator (nuestra killer más dulce), Matt-chine (el robot con la cadera más sexy de toda la academia) y la versión robotizada de Donald Trump (¡David estaba genial con ese flequillo!).
Después de tanto trajín estábamos exhaustos. Don’t worry! Súper Toñi nos había preparado un almuerzo digno de varias estrellas Michelin, cortesía de la casa. Cuando acabamos, hasta había salido el sol. ¡Así da gusto!
Y es que, ya lo dijo otro sabio casi más sabio que el del principio: “Reunirse en equipo es el principio. Mantenerse es el progreso”.
Gloria Álvarez